Se han desecho de Ned, también lo hicieron con Catelyn y Robb, se han deshecho de casas enteras como la Tyrell o recientemente la Mormont, se han deshecho además de reyes al por mayor… ¿por qué no hacerlo con la ciudad más importante?
La magia de Game of Thrones no reside en el señor de la luz, tampoco en el cuervo de tres ojos, los hijos del bosque o en los White walkers, la verdadera magia está en su manera de contar las historias, de revelar secretos y de transformar personajes. Es la naturaleza humana, somos complejos y puede ser que mostremos un lado de la moneda, pero el otro está ahí, oscuro, escondiéndose del mundo.
Pocas veces nos encontramos con una serie que le sea tan fiel al comportamiento humano, eso, por raro que parezca, nos atrae.
Recordemos a Theon, un personaje que al principio no figuraba mucho, estábamos bien con él pues apoyaba a Robb, poco después lo traiciona y comenzamos a odiarlo por tomar Winterfell, pero cuando los Bolton le quitan el castillo y Ramsey abusa de él física y psicológicamente a un punto de ruptura emocional, es entonces que empezamos a sentir lástima, finalmente se reivindica desde que ayuda a Sansa a escapar de su esposo y hasta que da la vida por intentar salvar a Bran en la reciente batalla de Winterfell (con excepción de cuando Euron secuestra a Yara y él salta del barco) y entonces lo perdonamos (más o menos).
Otro ejemplo, Jaime Lannister, un personaje que nos muestra una faceta despiadada y cruel en las primeras temporadas, pero que desde su viaje con Brienne empezamos a conocer mejor, lo hacemos hasta llegar al punto de empatizar con él, de que nos importe si le cortan la mano o si muere a manos de Euron Greyjoy.
Hasta el mismo Jon Snow parecía ser un personaje secundario en las primeras tres temporadas, que aunque nos interesaba, no tenía el protagonismo que ahora.
Si hay algo en lo que han trabajado los guionistas de Game of Thrones es en el yin yang de sus personajes. Daenerys Targaryen se mostró siempre como la salvadora de los pueblos, como la reina que necesitaba el mundo para tener paz, pero como Tyrion le dijo a Cercei en la séptima temporada, la madre de dragones escogió bien a sus consejeros pues ella sabía lo impulsiva que podía llegar a ser. También nosotros lo sabíamos, pero parece ser que no lo habíamos interiorizado, no éramos conscientes de ello.
Era algo que nos habían contado desde el principio con la llamada “locura de los Targaryen”, algunos decían que estaba en su naturaleza, que todos ellos estaban locos. No sólo eso, sino que en la segunda temporada nos muestran una visión de Daenerys en la Fortaleza Roja, un edificio destruido, lleno de cenizas que cubren todo lo que queda del trono.
Daenerys sólo necesitaba un detonador, tenía que llegar el quiebre, ese quiebre del que hablamos la semana pasada, no sólo estaba perdiendo la guerra, no sólo le mintió Cercei al prometer a su ejército para pelear contra el Night King, además la atacaron emocionalmente, dañaron su bondad, su gentileza y su paciencia. Las dos caras de la moneda se muestran cuando nuestros personajes son obligados a tomar decisiones difíciles, y la naturaleza humana se muestra como es cuando todas las opciones parecen malas, sólo así es que conocemos por completo al individuo.
Así que la ciudad se rinde ante Daenerys la Conquistadora, tocan las campanas para anunciar su rendición, los ejércitos enemigos tiran sus espadas en señal de sumisión, pero después de que su ejército Dothraki y el de los Inmaculados fueron casi destruidos, de que Jon se convirtiera en una amenaza para su legitimidad por el trono, de que Varys intentara volverse en su contra, y de la muerte de Jorah y Missandei, después de todo esto Daenerys pierde todo lo que había construido, y se vuelve a sentir como al principio, “una Targaryen sola en el mundo” y entonces la rendición de la ciudad no es suficiente, no se siente justo para ella, sus enemigos deben sentir lo que ella tuvo que pasar, y sufrir con fuego y sangre, como lo dice el lema de su casa.
El personaje ha cambiado, ahora ha decidido mostrar sus sentimientos más profundos, la conocemos como es realmente, no sólo eso, ella se conoce junto con nosotros…
Con esta acción se plantea un poderoso conflicto, vemos el levantamiento de Daenerys Stormborn como la protagonista que se convierte en un villano, el antagónico que sustituirá a Cercei. Tenemos la presentación de este conflicto en el penúltimo capítulo de la temporada, contamos unos cuantos minutos más en pantalla para que nuestros demás personajes encuentren una solución, pero no hay que olvidar que esto es Game of Thrones, y las soluciones no son siempre para bien.
La siguiente semana termina este viaje de ocho años, hemos esperado el invierno por un largo tiempo, nos lo prometió Ned desde el principio, y ya que está aquí, no queremos que se acabe… No queda más que prepararnos para el siguiente domingo, esperar emocionarnos, estar listos para lo que venga y disfrutar del final de la serie que tanto nos ha dado…
Y ahora, unos memes: