Somos una audiencia que nos gusta sufrir, es uno de los placeres que nos otorga Game of Thrones, cuando vemos esta serie nos volvemos casi masoquistas. No es una decisión meditada, no lo pedimos así, fue más bien que a eso nos acostumbraron desde el inicio. El hecho de que cada acción tiene una consecuencia, que la naturaleza humana nunca será totalmente pura o que la lealtad no siempre es un acto de bondad, sino de conveniencia, son premisas recurrentes en esta historia y eso nos ha dado experiencias que no encontramos comúnmente en otras obras del cine o la televisión, y con éstas es que nos hemos vuelto adictos.
Hay que reconocerlo, era demasiado bueno para ser verdad, los vimos a todos juntos peleando, protegiéndose codo a codo, dejando a un lado las diferencias por lo que es más importante. Siempre ha sido así, tenemos arcos de transformación de personajes que pasan de ser odiosos a ser de los más queridos, que son “de los buenos” pero por alguna razón nos caen mal o que al principio parecía que no importaban pero fuimos dándonos cuenta de su relevancia.
Y es que nosotros, la audiencia, no lo íbamos a perdonar. Con tantos personajes que han interactuado de tantas maneras, se han hecho daño o lo han hecho a los seres queridos de sus enemigos, incluso a veces de sus amigos, con todo esto no podíamos mantener una comunidad sana de compañeros que pelearan contra Cercei. Después de la tormenta no viene la calma, no, porque esto es Game of Thrones, lo que viene después es el quiebre.
En un inicio con el funeral de Jorah, Theon y todos los que dieron su vida en la batalla de Winterfell, nuestros sobrevivientes están en un punto de quiebre emocional, uno de despedida, uno de fragilidad interna que probablemente se haga pedazos a la menor provocación (y comienza a pasar después, con provocaciones que no son menores)
Seguido de un banquete en el salón de Winterfell para los ganadores, están festejando pero el ambiente se siente un tanto melancólico, mientras Tyrion y Pod juegan con Jaime y Brienne, lo que después los lleva a acostarse juntos, también está The Hound, solitario como siempre, y Gendry, que acaba de ser nombrado Lord Gendry Baratheon.
Comienza el derrumbe, Daenerys escucha a Tormund celebrando, alabando las hazañas de Jon, ella se da cuenta de cómo la gente lo sigue, de cómo creen en él, pero no sólo eso, Tormund habla de cómo Jon volaba en el lomo de Rhaegal, ella se da cuenta de que sus dragones sólo dejarían hacer eso a un Targaryen y por fin se convence de que es verdad, Jon puede quitarle su derecho al trono.
No sólo ella tiene un quiebre, el cuál por cierto, no ha terminado, pero también Arya y Gendry, pues ella sólo buscaba seguir un instinto que no era de amor. Brienne y Jaime, con el segundo escuchando su corazón, con la primera creyendo que podía ser diferente. De paso Tormund, que se va pensando en que Brienne no es para él. Bronn, declarando sus intenciones de asesinato a Tyrion y Jaime, los dos personajes con los que alguna vez tuvo algo parecido a la amistad. Grey Worm…
Con Missandei es que se derrama el vaso, ya no podrá tener un futuro feliz con el Inmaculado, pero no sólo fue un quiebre para él. Daenerys además tiene una postura diferente a Jon en cuanto a la información que tienen, la cual también ya llegó a sus consejeros. Varys intenta encontrar una solución a la conducta impulsiva que ha tenido su reina, Rhaegal muere a manos de Euron y Cercei termina ejecutando a Missandei frente a Daenerys.
El mundo se viene en su contra, quebrándola de a poco, retándola a responder. Ella se va con una palabra: Dracarys. ¿Qué significa en este contexto? Tal vez responda igual que su padre, tal vez la locura de el Rey Loco está dentro de ella, tal vez Daenerys lo entendió como aquel “Burn them all”. Probablemente lo sepamos en el siguiente capítulo, lo que es seguro es que va a contraatacar y una vez más tenemos que esperar, pues como diría Cercei en la primer temporada a Ned Stark: En el juego de tronos, o ganas o mueres.
Y ahora, unos memes: